De vez en cuando las historias tienen un final feliz.
Hace unas semanas llegó a la clínica veterinaria un gatito
de tres meses que cargaba a sus espaldas con una historia difícil que le había
robado una pata trasera y una familia que lo cuidara como merecía.
Pese a su pequeño tamaño era todo un luchador y consiguió
salir adelante de la operación sin perder por un momento su carácter ronroneador
y juguetón.
He de confesar que he andado preocupada todos estos dias por la incertidumbre
sobre su futuro, pero hace una semana por fin encontró hogar en una buena
familia que se desvive por él, lo cuida y lo mima como se merece.
Acostumbrada a ver y oír las barbaridades que cometen los
humanos viene bien que de vez en cuando me
refresquen la memoria sobre su bondad, que también la hay, para poder seguir
teniendo fé en esta raza.